El trayecto a Hannover, el alemán (de saco), llamó por celular a unas amistades para platicarles su 'aventura' con este heterogéneo grupo de mexicanos.
A la llegada a la terminal una pandilla de 'chapulines colorados'
descansaban tirados en el piso. El 'coyo' aprovechó para tomarse
El 'Negrito' descosido tomándose fotos a diestra y siniestra, aquí obligaron a este par de 'cuicos' alemanes a sostener la bandera nacional al lado de un cabeza de zandía.
Aquí el Negrito con un angoleño de su misma raza,
sólo que un poco más asoleado.
El corazón me palpitaba a 100 por hora, la boca la tenía seca; “se acabó el viaje ¡, se acabó el viaje ¡ “, era lo único que me repetía en la mente, sin embargo y como una llama de esperanza algo me decía que las cosas no podían ir mal, que todo se tenía que arreglar. Pues el caso es que le pedí a la Parkita que me acompañara, fuimos al tren, a los almacenes de equipaje y nada. Cuando hacía mi reporte de pérdida de equipaje, una voz interna me dijo dónde estaba mi maletita, corrí como 200 metros y ahí estaba, 30 ó 40 minutos estuvo mi maletita en la calle abandonada y ningún alemán ni ningún mexicano se la llevó, ¿milagro? Díganme ustedes.
Hicimos una reconstrucción de lo que debió haber sucedido: En la búsqueda de donde dejar el equipaje, ya que pensábamos viajar a Paris en la madrugada después de terminar el juego, platicamos animadamente con unos mexicanos afuera de un hotel con unas mesas con sombrilla. Bajé mi dichosa maletita que estaba pesada como yunque, ya que traía ahí una parte de mi colección de mapas de los lugares que visitaríamos, y de plano, se me olvidó. Los mexicanos se percataron del olvido cuando ya no pudieron encontrarnos entre ese mar de gente, de manera que han de ver pensado: -tarde o temprano van a regresar por sus pasos, vamos acomodándola aquí en una esquinita. Así fue y al llegar y descubrir el color tinto de mis tesoros, no tuve mas que abrazar a unos atónitos viejitos alemanes que ocupaban la mesa cercana y que sin saberlo la habían hecho de ángeles guardianes.
Pasado ese mal trago, seguíamos con el dilema del equipaje. Descartamos los hoteles, intentamos con otros mexicanos que alquilaron un cuarto en otro hotel cercano, mismos que no quisieron –y que bueno!- alojar por unas horas nuestro equipaje, argumentando sobrecupo. (Después pensamos que en medio de ese maremágnum iba a estar en ruso coincidir a buena hora para recoger nuestras maletas.)
Una vez superado el sofocón repentinamente nos llegó una hambre canina, de manera que a pesar de que todos los lugares estaban atiborrados, en un restaurant donde había sombrillas ahí pertrechamos nuestras maletas y estábamos a la caza de una mesa, cuando el Coyo, echando mano de sus artes bromeaba en forma con cuanto mortal se le ponía por enfrente.
Hicimos una reconstrucción de lo que debió haber sucedido: En la búsqueda de donde dejar el equipaje, ya que pensábamos viajar a Paris en la madrugada después de terminar el juego, platicamos animadamente con unos mexicanos afuera de un hotel con unas mesas con sombrilla. Bajé mi dichosa maletita que estaba pesada como yunque, ya que traía ahí una parte de mi colección de mapas de los lugares que visitaríamos, y de plano, se me olvidó. Los mexicanos se percataron del olvido cuando ya no pudieron encontrarnos entre ese mar de gente, de manera que han de ver pensado: -tarde o temprano van a regresar por sus pasos, vamos acomodándola aquí en una esquinita. Así fue y al llegar y descubrir el color tinto de mis tesoros, no tuve mas que abrazar a unos atónitos viejitos alemanes que ocupaban la mesa cercana y que sin saberlo la habían hecho de ángeles guardianes.
Pasado ese mal trago, seguíamos con el dilema del equipaje. Descartamos los hoteles, intentamos con otros mexicanos que alquilaron un cuarto en otro hotel cercano, mismos que no quisieron –y que bueno!- alojar por unas horas nuestro equipaje, argumentando sobrecupo. (Después pensamos que en medio de ese maremágnum iba a estar en ruso coincidir a buena hora para recoger nuestras maletas.)
Una vez superado el sofocón repentinamente nos llegó una hambre canina, de manera que a pesar de que todos los lugares estaban atiborrados, en un restaurant donde había sombrillas ahí pertrechamos nuestras maletas y estábamos a la caza de una mesa, cuando el Coyo, echando mano de sus artes bromeaba en forma con cuanto mortal se le ponía por enfrente.
Comiendo en las sombrillas,
con el alemán y las peruanas
Así se transfigura el coyote cuando olfatea una 'pollita', nótese el brillo de los ojos y sus afilados colmillos.
y también fué fotografiada con el grupo.
Ahí fue cuando de repente de entre la multitud apareció como una estrella fulgurante la mismísima Inés Sainz (comentarista de TV Azteca) quien se veía de verdad espectacular en sus ajustados pantalones blancos y una camiseta verde. El Chavito fue quien la detectó y alertó a su compadre el Coyo para ir a tomarse una foto con ella. Lo primero que hizo el Coyo al verla de frente fue decirle lo guapísima que estaba y que si podíamos tomarnos una foto con ella, accedió encantada. El Coyo se encontraba ya en pose abrazado, cuando ella le dijo: -oye, y quien nos va a tomar la foto? No sé, pero que a gusto estamos, no? En eso arribó corriendo Chavito y literalmente desplazando a otro que ya se estaba acomodando junto a Inés, le dio la cámara a un desconocido que tomó la histórica imagen.
Con Inés Sáinz de TV Azteca
Había muchos alemanes entre asombrados y divertidos observando aquel Carnaval Mexicano, cuando en una de las mesas en eso estaba un alemán con 2 peruanas, una de ellas su esposa, la otra su cuñada. El Coyo no tuvo mayor problema en echárselos a la bolsa desde el principio. Comimos vorazmente y como por arte de magia nuestra suerte volvió a cambiar. La pareja nos ofreció guardar las maletas en su pequeño departamento. (prácticamente le copamos la sala). De manera que nos enfilamos en un enorme trolebús como a 30 minutos de ahí. En las afueras del depto.
donde guardamos nuestras maletas
El caso es que un deseo del Chavo se convirtió en realidad antes de 24 horas, esto porque él, recuerdo yo, me había comentado en la mañana que le gustaría conocer como vivían los alemanes, que le gustaría conocer una casa alemana, de manera que aunque sea conocimos un departamento alemán ( por lo pronto).
Después de dejar las maletas (dinero, y demás incluidos) y nos fuimos al estadio en compañía del matrimonio guardamaletas quienes aunque no tenían boletos se ofrecieron a seguir disfrutando de nuestra compañía.
No recuerdo bien a bien como le hicimos pero llegamos al estadio, mismo que ni siquiera recuerdo haber visto, porque además a este juego contra Angola solamente entró el Tesorero y los demás nos avocamos a vivir la fiesta en el Fan Fest, ahí conocimos a la familia Szybora y a Bertha Von Suttner (de parecido con Herman Monster) con quienes nos la pasamos de pocas, comimos salchichas, papas, cervezas e hicimos amigos aquí y allá mientras el 0-0 no pudo acabar con el entusiasmo desbordante de la gente en el estadio, ni de los que estábamos afuera.
En el Fan Fest, tremendo jolgorio
con los Szybora, Bertha VS y
una paisana con autendo indígena
En el interior del estadio Chavo con unos niños de Saltillo, acompañados por su papá, ganadores de un torneo Bimbo y que fueron premiados con un viaje al mundial.
Cuando el juego terminó fuimos en busca del Chavo. Habíamos quedado de vernos en un determinado punto e íbamos equipados con radios para poder localizarnos. Con lo que no contábamos es que sin exagerar cientos de mexicanos pensaron lo mismo y los canales estaban saturados en grado sumo. A esto hay que agregarle que dentro del desmadre le pasábamos el radio al Sr. Szybora el cual en un ininteligible idioma y ya con tres cuartos de estocada, bromeaba con un intranquilo Chavo que hacía esfuerzos desesperados por escuchar alguna voz conocida. El Coyo disfrutaba de lo lindo con una cuerda mas grande y resistente que la de un boggie jump y debido a su poco interés por el futbol pero sí por la fiesta iba de mal humor, por tener que aterrizar su avión y perder la pista de sus recién adquiridas amistades alemanas que prometían un jolgorio de proporciones épicas. Repetía sin cesar: -porqué tenemos que irnos? Si está rete bueno el desmadre aquí!... finalmente imperó la razón y volvimos al plan inicial. Encontramos al susodicho y de inmediato nos fuimos a buscar un taxi que nos llevara a la casa de nuestros mecenas, quienes no aguantaron el paso y habían retornado a su depto. previamente.
La búsqueda del taxi, no fue nada fácil, recuerdo haber caminado en medio de multitudes, separarnos por parejas en diferentes esquinas y ya muy lejos encontramos uno al que le dimos el papelito en donde traíamos anotado el domicilio, le pedimos al taxista que nos esperara, subimos por nuestras cosas, les entregamos unos souvenirs a nuestros protectores, nos despedimos agradeciéndoles encarecidamente y seguimos en el taxi hasta la estación del tren rumbo a París.
Ese fue realmente un buen día, nos divertimos bastante en la Fan Fest, encontré mi maleta perdida, alguien nos guardó el equipaje, y el día hubiera terminado redondo de no ser que enmedio del cuete y mi ‘organizado desmadre’ de la maletita perdí los boletos y después los encontré hechos garruño en mi chamarra, (provocando ‘la sublevación de los guiados’). Fué un día cansado en el que hasta hubo que levantar de nuestros asientos numerados a unos mexicanos gandallas.
El tren hacia Paris también llevaba “sobrecupo” de mexicanos, y solo entre sueños escuchaba yo carreras, gritos, porras, etc., mismos que se interrumpieron cuando llegamos a Bruselas, bajamos del tren y esperamos otro que finalmente nos depositó en Paris muy de mañana.
En Gare du Nord (la estación del norte) se empezó a recuperar un poco el humor de todos ya que antes se “podía cortar el ambiente de tan pesado”, ( sin embargo, después comentamos y el consenso fué a la distancia en el tiempo, que esa primera y prácticamente única desavenencia de la que después broméabamos marcó nuestra amistad y la fortaleció para el futuro), nada más llegar, tomamos nuestros equipajes, y después de desatorar mi ‘maleta monstruo’ de un torniquete de ingreso al metro, (inmediatamente después descubrimos el espacio para pasar maletas) busqué un teléfono para avisar a nuestro casero que habíamos llegado y hacer cita para tomar posesión del depto.
El departamento en París estaba bien ubicado, limpio y con Pantalla de TV, Teléfono, Lavadora (muy importante para mí) y Estéreo entre otros accesorios, solo que estaba en un tercer piso así que le sudábamos en cada subida y bajada por una estrecha y desgastada escalera de madera. En unas bagueterías que estaban abajo surtimos nuestra cena y desayuno de dos días. Las bebidas las surtíamos en una microtienda propiedad de un oriental donde el Coyo se solazaba haciéndole preguntas en español que involucraban como mínimo a sus hermanas (del oriental, por supuesto).
Recién llegados, en las afueras del depto. en Paris (Continuará...) La búsqueda del taxi, no fue nada fácil, recuerdo haber caminado en medio de multitudes, separarnos por parejas en diferentes esquinas y ya muy lejos encontramos uno al que le dimos el papelito en donde traíamos anotado el domicilio, le pedimos al taxista que nos esperara, subimos por nuestras cosas, les entregamos unos souvenirs a nuestros protectores, nos despedimos agradeciéndoles encarecidamente y seguimos en el taxi hasta la estación del tren rumbo a París.
Ese fue realmente un buen día, nos divertimos bastante en la Fan Fest, encontré mi maleta perdida, alguien nos guardó el equipaje, y el día hubiera terminado redondo de no ser que enmedio del cuete y mi ‘organizado desmadre’ de la maletita perdí los boletos y después los encontré hechos garruño en mi chamarra, (provocando ‘la sublevación de los guiados’). Fué un día cansado en el que hasta hubo que levantar de nuestros asientos numerados a unos mexicanos gandallas.
El tren hacia Paris también llevaba “sobrecupo” de mexicanos, y solo entre sueños escuchaba yo carreras, gritos, porras, etc., mismos que se interrumpieron cuando llegamos a Bruselas, bajamos del tren y esperamos otro que finalmente nos depositó en Paris muy de mañana.
En Gare du Nord (la estación del norte) se empezó a recuperar un poco el humor de todos ya que antes se “podía cortar el ambiente de tan pesado”, ( sin embargo, después comentamos y el consenso fué a la distancia en el tiempo, que esa primera y prácticamente única desavenencia de la que después broméabamos marcó nuestra amistad y la fortaleció para el futuro), nada más llegar, tomamos nuestros equipajes, y después de desatorar mi ‘maleta monstruo’ de un torniquete de ingreso al metro, (inmediatamente después descubrimos el espacio para pasar maletas) busqué un teléfono para avisar a nuestro casero que habíamos llegado y hacer cita para tomar posesión del depto.
El departamento en París estaba bien ubicado, limpio y con Pantalla de TV, Teléfono, Lavadora (muy importante para mí) y Estéreo entre otros accesorios, solo que estaba en un tercer piso así que le sudábamos en cada subida y bajada por una estrecha y desgastada escalera de madera. En unas bagueterías que estaban abajo surtimos nuestra cena y desayuno de dos días. Las bebidas las surtíamos en una microtienda propiedad de un oriental donde el Coyo se solazaba haciéndole preguntas en español que involucraban como mínimo a sus hermanas (del oriental, por supuesto).
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